Charles Garfield describe su experiencia como programador de computadoras en el equipo de Grumman Aerospace, cuya tarea consistía en diseñar y armar el Modulo Lunar de la Misión Apollo II, la primera nave que aterrizaría en la LUNA. El dijo «a medida que avanzaba el trabajo empezó a ocurrir algo extraordinario. Hombres y mujeres que habían sido simples empleados empezaron a ser super-efectivos y pasaron a hacer el mejor trabajo de sus vidas. El equipo que media el rendimiento de los equipos que eran parte del proyecto determinó que los equipos trabajaron un 50 % mejor que como lo hacían habitualmente. ¿Quiere saber por qué rendimos tanto? Porque la gente ha soñado ir a la luna durante miles de años, pero nosotros vamos a hacerlo». Hace muchos años un hombre-Dios llamado Jesús tomó a 12 hombres simples y construyó con ellos el mejor equipo de todos los tiempos, Él capturó el deseo de miles de hombres de encontrar una vida con propósito y encaró el mayor proyecto iniciado en esta tierra, Él lo dijo de esta manera «Yo edificaré mi iglesia». Aquel equipo de hombres respondió con creces, estuvo a la altura de su líder, funcionaron y rindieron con la ayuda de Dios de tal manera que saturaron su mundo del evangelio, vieron sus iglesias crecer y plantaron iglesias en todo el mundo conocido. Ellos reconocieron que el sueño de Dios para los hombres, la vida eterna de las almas, la liberación del poder pecado y la vida abundante para cada ser humano dependía de Dios en primer lugar y de como ellos responderían al desafío de ser un equipo para Dios. La Biblia relata los HECHOS de aquel primer equipo de Dios, ellos se enfocaron en el deseo de Dios, unos a otros se dijeron: «Nosotros vamos a hacerlo» y LO HICIERON. Su trabajo en conjunto con Dios llevó a la iglesia al crecimiento en calidad y cantidad según lo afirma Hechos 16.5 Han pasado más de 2000 años y vemos hoy infinidad de equipos (iglesias) de Dios intentando alcanzar los mismos objetivos de aquel grupo. Con muchos más recursos que ellos nos encontramos luchando por ver lo que ellos vieron y la realidad muchas veces nos golpea en la cara. Hemos llegado a este punto para preguntarnos ¿Por qué fallan los equipos? La Obra de Harvey Robbins y Michael Finley «Porque fallan los equipos» nos ayuda descubrir cuatro razones por las cuales los equipos no alcanzan el propósito para el cual fueron creados. Es interesante reflexionar sobre estas razones porque pueden ayudarnos a llevar a nuestros equipos (iglesias) a poder alcanzar el propósito para el cual Jesus nos llamó: La primera razón por la cual fallan los equipos es que Los equipos confunden sus objetivos. Nada mas lejos de la realidad de nuestras iglesias. Haga una encuesta entre sus miembros preguntando ¿Cuál cree usted que es el objetivo de nuestra iglesia? Seguramente podrá sacar jugosas conclusiones que le ayudarán a conocer porque las iglesias no crecen. Si nosotros miramos nuestras reuniones, a que cosas le damos prioridad, en que invertimos las mayores sumas de dinero, de que habla nuestra gente y en que gasta su tiempo iremos descubriendo los objetivos de nuestras iglesias. Si la iglesia (aunque sea obvio recalquemos que fue creada por Jesús) se desenfoca de cumplir los propósitos que Jesús le encargó claramente en Mateo 28.18-20 y Marcos 16.15 en el marco amplio de Hechos 1.8 evidentemente no podrá alcanzar el objetivo para el cual fue creada. Seguro estaba Jesús que detrás de Él vendrían líderes con «sus propios objetivos» para SU iglesia, con «sus propias misiones» a cumplir y con sus «humanos propósitos» como para dejar en nuestras manos la declaración de cuales serían los propósitos de SU IGLESIA. Por eso los dijo con claridad y no nos ha dado libertad para sustituirlos. Si la iglesia quiere ser el equipo que Dios necesita deberá alejarse de la confusión, volver a las sanas palabras de Jesús y simplemente en su poder obedecerlas. La segunda razón por la cual fallan los equipos es que Los líderes no dan el ejemplo. Jesús sabía de esta razón, por eso antes de perseguir cualquier otra forma de convencer, transmitir, estimular y desafiar a sus discípulos eligió ser un ejemplo. Una de las realidades más crudas de nuestras iglesias es que ellas crecerían si tan solo sus líderes llevaran a cabo los mandatos de Jesús de predicar y hacer discípulos. Pero esta no es la realidad, el entusiasmo de realizar estas tareas (encomendadas por Jesús mismo) se pasa rápido y los líderes pasan a realizar tareas de dirección, administración, asesoría, etc, etc, etc, y abandonan estos mandatos sin darse cuenta de que todos los miembros están mirando. El problema crítico de nuestras iglesias en algunos casos pasa por el ejemplo de sus líderes: El miembro de la iglesia mira el estilo de vida de «los líderes de la iglesia» y no los ve obedecer a Jesús en sus dos mandamientos más claros, en algunos casos NUNCA LOS VE GANAR UNA PERSONA PARA CRISTO. El mensaje de estos líderes está claro: «Yo no soy responsable de ganar al perdido» Es necesario que cada uno de nosotros los pastores volvamos a ser líderes como Jesús lo fue, no un liderazgo de púlpito, sino un liderazgo que lleve en el mismo las marcas del servicio al prójimo y la obediencia a las palabras de Jesús. Solo guarde en su corazón el ínfimo detalle de que Jesús siendo el líder de iglesia más grande de todos los tiempos no hacia la mayoría de las cosas que nosotros hacemos como líderes. Pero hubo una cosa que Él no dejó de hacer en ningún momento: Ser un ejemplo de los dos mandatos que al final de su ministerio dejaría a sus discípulos. Si la iglesia quiere ser el equipo que Dios necesita sus líderes deberán volver a sus raíces y ser ejemplo de obediencia a lo que Jesús nos mandó, empezando por nosotros los pastores. La tercera razón por la cual fallan los equipos es que Las acciones que marcan la diferencia no se realizan ni se evalúan. Para entender esta razón imagine un equipo de basquet donde sus jugadores se pasan la pelota constantemente de manera excepcional, levantan a la tribuna con sus genialidades, hacen gritar a las multitudes por su excelente manejo pero NUNCA ANOTAN UN TANTO. Bueno, nosotros como iglesias podemos parecernos en mucho a este tipo de equipo, debemos aprender que estamos en el mundo con una tarea que realizar, con acciones a obedecer que marcan la diferencia entre la vida y la muerte de las personas que nos rodean. Cualquier técnico resaltaría inmediatamente a su equipo que «el show» está perfecto, pero que ese no es el camino que los lleva a alcanzar su propósito como equipo. ¿Sabe usted cuáles son las tareas que hacen la diferencia en una iglesia? ¿Tiene claro la iglesia lo que Jesús nos mandó hacer? Si la iglesia quiere ser el equipo que Dios necesita deberá reconocer cuales son las acciones que hacen la diferencia y evaluar constantemente si las está llevando a cabo, lo contrario a esto es falta de seriedad. La cuarta razón por la cual fallan los equipos es que Los líderes no toman decisiones para cambiar el rumbo. Todo equipo ha elegido su capitán, su líder, su jefe. Ellos están ahí para guiar, cuando un equipo no alcanza sus propósitos el líder debe tomar el timón y manejar, ésa es su responsabilidad, puede acertar o puede fallar, pero no puede eludir la responsabilidad de intentar cambiar el rumbo de su equipo. Cuando los líderes no asumen este rol de cambio en sus iglesias el equipo lo siente, lo sabe y lo acepta. Solo resta dejar que el tiempo pase para que todo el equipo una vez mas no alcance los propósitos que había soñado. La Iglesia necesita que usted como líder asuma su responsabilidad, no de las tareas solamente, no de los mensajes solamente, no de las visitas solamente, sino del rumbo que su iglesia tiene. Dios quiere usarlo a usted para que su equipo (iglesia) alcance los propósitos que Él tiene para ella. Busque como cambiar de rumbo, no descanse hasta encontrarlo, persevere hasta que su equipo (iglesia) vea las mismas cosas que la primera iglesia vio. Lo disfrutará. Se acuerda del ejemplo de la Luna, bueno todas las iglesias de este país sueñan con crecer, es hora que digamos como aquellos hombres, muchas personas lo han soñado pero«Nosotros vamos a hacerlo» Si usted está dispuesto, le tengo una excelente noticia: Dios también.
Un abrazo en Cristo.
Tito Osvaldo Robert.