- ¿Podría un marinero sentarse ocioso si ha oído el grito del hombre que ha caído al agua?
- ¿Podría un médico sentarse cómodamente, dejando que su paciente muera sin prestarle ayuda?
- ¿Podría un bombero sentarse tranquilo, viendo cómo la gente muere en un incendio, y no dar una mano?
- ¿Puede usted sentarse cómodamente en su iglesia, con un mundo condenado a su alrededor?
- ¿Puede una iglesia quedarse tranquila discutiendo si debe o no hacer obra misionera, cuando miles de poblaciones, etnias y tribus indígenas esperan escuchar el evangelio por primera vez, y muchas de ellas todavía ni han oído que Jesucristo vino al mundo para salvarlas?
Una de las razones que me impulsaron es el haber observado y escuchado a pastores y líderes que se preguntan: ¿Cómo podemos hacer para enviar y sostener más obreros en el campo misionero?
Me da la impresión de que, aparentemente, muchos desconocen la existencia y eficacia de algunos medios sencillos que un número considerable de iglesias están usando con excelentes resultados.
Cuando Jesús estuvo ante el desafío de alimentar a la multitud hambrienta, Juan nos dice en su evangelio que: «Él sabía lo que había que hacer» (Juan 6.6). Hoy, Él continúa «sabiendo» lo que hay que hacer para enfrentar las necesidades de miles de pueblos y aldeas aún no evangelizadas. Dios es quien ha planeado la evangelización mundial, y es Él quien ha previsto y provisto los recursos para poder cumplir con ese objetivo.
Mi deseo y oración es que a través de este Taller usted pueda tomar conciencia de las verdades elementales acerca de las mi siones y pueda poner manos a la obra en el lugar y la tarea que Dios le ha destinado en esta gloriosa cruzada que —Dios mediante, pronto terminará—, por que: «Será predicado
este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones [etnias] y entonces vendrá al fin» (Mateo 24.14).
este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones [etnias] y entonces vendrá al fin» (Mateo 24.14).
No vacile en jugarse entero por la única empresa que jamás fracasará.
Basándome en mi modesta experiencia que en este taller les comparto, creo que cada iglesia -por pequeña que sea – debe ser el centro de un programa misionero, a través del cual, ella sola o asociada con otras, contribuya a enviar y sostener misioneros que vayan pronto a pueblos, ciudades, zonas y etnias que todavía no han oído nada del evangelio de Cristo.
Espero que por medio de este Taller usted aprenda y guie a su iglesia a ser obediente al desafio que Jesus nos dejo en Hechos 1.8 y se sumen a la Obra Misionera.
Andres Robert (Autor del Libro y Taller «Conciencia Misionera»)