Como líderes de células muchas veces nos preguntamos cómo mejorar nuestro servicio a Dios, cómo lograr que la célula sea el lugar que Dios utiliza para dar nueva vida a su cuerpo (la iglesia), cómo mantener el enfoque claro que lleve a cosechar los frutos…
Es bueno revisar periódicamente algunos aspectos para tener la seguridad de no desviarnos de la forma simple y clara que nos conduce a ver nuestra célula crecer y multiplicarse por medio del nacimiento de nuevos hijos de Dios.
Desde que arrancamos es bueno tener en claro las condiciones necesarias para iniciar células en nuestra iglesia. Eso nos evita confundirnos, generar expectativas infundadas y asumir compromisos que luego no estamos dispuestos a cumplir.
Pero luego, es necesario mantener claro el objetivo, las características que deben darse en estos grupos pequeños, la forma de llevar adelante este tiempo y cuidar de no ir acostumbrándonos a la comodidad, al compañerismo, al apoyo mutuo, la confianza y la libertad que se genera en el grupo. Todo esto no es malo en sí mismo, pero muchas veces nos hace olvidar que iniciamos esta tarea para alcanzar nuevas vidas.
Como líderes de célula tenemos la responsabilidad de encarnar las tareas a llevar adelante y desafiar y acompañar a nuestro grupo a practicarlas. La búsqueda de nuevas personas a quienes invitar, visitar, evangelizar y discipular es la misión básica de cada integrante de la célula.
La célula que está sana, crece, se desarrolla y llega a la multiplicación. Que nuestra célula no enferme, Dios nos dio todas las indicaciones para mantener la salud.