En un hogar se reúne un líder de iglesia, el dueño del hogar y las personas invitadas a la célula, todas no creyentes… no son muchos y luego de que aceptan a Cristo se desarrolla un discipulado grupal.
En otro hogar ser reúne un líder de iglesia, un miembro reciente y dueño del hogar y las personas invitadas (familiares, vecinos) 14 personas no cristianas… no hay forma individual ni grupal en que puedan ser discipuladas eficazmente.
¿Es la forma óptima de trabajar? ¿Son células?
De acuerdo a la Palabra y a la experiencia de crecimiento de iglesias de células, hay aspectos que debemos tener en cuenta para lograr el resultado que buscamos: añadir nueva vida al cuerpo (la iglesia).
En los dos casos planteados vemos la importancia de abrir una célula con algunos componentes indispensables: a) anfitrión (dueño del hogar) en estos casos está y reúne los requisitos de ser miembro de la iglesia e invitar a sus vecinos y amigos b) líder de la iglesia, capacitado para realizar esta tarea y activo en visitar, evangelizar y discipular como parte constante de su vida, pero…
Hay un tercer componente al cual a veces no le damos la debida importancia: c) el grupo base o en otras palabras 2 o 3 miembros de la iglesia que serán los que acompañen la apertura de esta célula, asistiendo, invitando, participando y asumiendo el compromiso de cuidar a las personas que acepten a Cristo.
Cuando en un grupo Dios bendice con personas que se acercan a conocerlo y aceptan el evangelio tenemos la hermosa pero no menos importante responsabilidad de proveer el cuidado de estos “recién nacidos”. Si no lo hacemos probablemente estas nuevas vidas crecerán con mucha dificultad, desnutridas, débiles.
Como iglesias en crecimiento debemos cuidar que las células aporten nueva vida al cuerpo, ésa es su función principal, y para que puedan realizarlo de la mejor forma revisar que estén presentes todos los componentes que harán que logre su objetivo.