En las últimas décadas nos enfrentamos cada vez con mayor intensidad a una condición sociocultural afectada fuertemente por el consumo de diferentes tipos de drogas.
Miles de jóvenes y adolescente consumen por primera vez cada día algún tipo de estupefaciente. Esos miles junto a otros tantos, son atrapados también por las “drogas socialmente aceptadas” como el alcohol y el tabaco.
Miles de esta generación mueren por efectos de las drogas y muchos más peregrinan por la vida como errantes sin futuro, sin propósito y sin ningún proyecto de vida más que el de estar cada día en la esquina con sus pares.
Es una muerte lenta y silenciosa que no solo lleva cuerpos al cementerio sino también almas a una eternidad sin Cristo.
Nuestro enemigo emplea sus artimañas y arrastra al abismo eterno a millones mientras la mayoría de los representantes del reino de Dios solo observan la vida de estos adolescentes sin comprometerse con sus vidas, en algunos casos simplemente oran por ellos sin entrar en acción, y en otros casos los juzgan y prefiere mantenerse lo más lejos posible de quienes consideran una amenaza para su seguridad.
Estoy convencido que es tiempo que cada uno de los integrantes de la iglesia de Jesucristo deje de ver a los adictos como un problema y vea la oportunidad que Dios nos da de expresar su amor hacia ellos.
En mis 12 años de ministerio he ido a buscar a los adictos a los lugares que frecuentan, les he expresado mi deseo de ayudarlos, les he guiado hacia una relación con Dios, les he dado mi celular y mi dirección para cuando me necesitaran, los he acompañado en los momentos de abstinencia por más que fuera de madrugada, los he adoptado como hijos espirituales y tantas actividades más que dieron como resultado no solo la restauración de sus vidas sino también la salvación de sus almas.
¿Me dieron problemas?, si muchos!
¿Me generaron disgustos?, si bastantes!
¿Me agotaron al no ver los cambio que esperaba?, si más de una vez!
Pero de algo estoy seguro; no hay mayor satisfacción el ver esas vidas arrebatadas de las garras de satanas, con una nueva vida en Cristo, con una nueva identidad, llenos de ganas de vivir, preocupados por ayudar a otros que están en la condición que ellos estuvieron, felices de sentir que ahora por primera vez en sus vidas tienen un propósito por el cual vivir.
El amor cubre multitud de pecados y una iglesia que no expresa amor no podrá ser útil para esta generación afectada cada día más por las drogas.
Tal vez suene algo duro lo que voy a afirmar, pero si tu eres un ministro de Dios, y el promedio de edad de tu congregación es de 45 años, seguramente los adictos para ti son un problema que se debe mantener lejos de tus actividades eclesiásticas.
Pregunto a los ministros del Señor sin importar la actividad o función que tengan en la iglesia:
¿Estás dispuesto a ir a la esquina de tu barrio a expresarles tu ayuda a los adictos?
¿Estás dispuesto a darles tu celular para que te llamen cuando te necesitan?
¿Estás dispuesto a llevarlos a tu casa para escucharlos y ministrarlos?
¿Estás dispuesto a orar junto con ellos en el lugar que sea necesario en el momento que la abstinencia se hace fuerte?
¿Estás dispuesto a levantarlos con un abrazo, sin recriminaciones, cuando tengan una recaída?
¿Estás dispuesto a darles una paternidad espiritual y a mostrarte junto a ellos ante la sociedad que te rodea?
Si la mayoría de tus respuestas es NO entonces un adicto para ti es un problema y deberías estar seriamente pensando sobre tu capacidad de amar al prójimo.
Si la mayoría de tus respuestas es SI entonces un adicto para ti es una oportunidad de expresar amor. El amor que no busca lo suyo, que no guarda rencor, que todo lo cree, que todo lo soporta, que todo lo espera, el amor que nunca deja de ser.
Termino con una advertencia; Dios ama al adicto a las drogas, desea su salvación, anhela su restauración, y por lo tanto lo recogerá con lazos de amor y lo enviara a tu congregación, a tu célula, a tu casa, en busca de un padre espiritual.
No lo ayudarás con tus conocimientos, no lo ayudaras con tus títulos, no lo ayudarás con tus métodos, no lo ayudarás con tu forma de hacer iglesia, solo lo ayudarás con la máxima expresión del amor de Dios que haya en tu vida.
El amor cubre multitud de pecados; ¿Estás preparado para expresarlo?
Jorge Lonzi