Uno de los asuntos más importantes que tenemos que considerar en este tiempo tiene que ver con la iglesia. Sabemos que como Cuerpo de Cristo somos llamados a ser todo lo que Dios quiere tal como lo revela su Palabra y lo hace posible su Espíritu.
Por ese motivo sugiero una guía para ayudarnos en esta reflexión.
1. Somos llamados a ser una iglesia de personas nacidas de nuevo y transformadas a imagen de Jesús.
No es sólo cuestión de un consentimiento verbal a la fe, el sentir determinadas emociones o mantener algunas costumbres religiosas.
Se trata de haber nacido de nuevo, y a partir de allí, de crecer integralmente. La transformación personal es una evidencia inconfundible de que somos cristianos verdaderos. El modelo a seguir es Jesús, y la meta es el desarrollo de su carácter en nosotros.
2. Somos llamados a ser una iglesia que vive en la plenitud y la libertad del Espíritu Santo.
La iglesia es la comunidad el Espíritu. Nació por medio de su obra, se sostiene por su presencia y avanza por su poder. El Espíriu dota a la iglesia de dones, que se exhiben por medio de los frutos del mismo Espíritu en la vida de todos los ministros (o sea todos los cristianos). Pongamos atención a su tarea de educador, asistente, director, creador-recreador, liberador y enviador.
Sobre todo reconozcamos el carácter misional del Espíritu.
3. Somo llamados a ser una iglesia que conoce y vive la palabra de Dios aplicándola al contexto que le toca vivir.
Es urgente volver a la Palabra, y a la fidelidad a la Palabra. Sin palabra no hay mensaje que dar, no hay misión para realizar, no hay adoración, no hay iglesia auténtica. Juntamente con la lealtad a la Palabra debemos ser fieles para vivirla y darla a conocer en el contexto donde estamos. Fidelidad y pertinencia van de la mano.
4. Somos llamados a ser una iglesia que se relaciona en amor verdadero, unidad y la práctica de la verdad
La iglesia es la comunidad de los santos, y la santa comunidad. Su unidad es teológica, pero también práctica, y eminentemente misional. La verdad como praxis, en todas sus dimensiones y con todos sus costos, es esencial para que el amor, la gracia y la unidad no sean palabras sin sentido. Sobre esta base la iglesia es una comunidad que ejerce su ministerio de reconciliación y perdón en un mundo.
Sólo así tiene algo que ofrecer a los que están afuera, y a los que son parte.
5. Somos llamados a ser una iglesia que impacta el medio donde se encuentra y
se extiende para llevar el evangelio al mundo.
Un impacto puede suceder por muchos motivos. Se trata aquí del impacto que produce el evangelio. Para eso claro, hemos de conocerlo, proclamarlo, encarnarlo, defenderlo, extenderlo. El impacto del evangelio lleva implícito una proclamación que debe ser vista, oída, comprendida, abrazada. El evangelio siempre confronta y llama a la gente a optar por Cristo. En el centro del evangelio hay una cruz, aunque muchos parecen omitirlo en los tiempos que corren. Con todo hemos de reconocer que muchas de nuestras estrategias han envejecido, o bien están contaminadas por influencias extrañas. El evangelio, y el efecto que trae, claro está, no puede circunscribirse a lo local, por propia naturaleza debe avanzar, atravezar barreras, ir hasta donde no ha llegado.
Palabra, Espíritu, comunidad, misión son algunos de las realidades que definen a una iglesia. Esto es más que quedarnos en la ésteril discusión acerca de estilos, formas, lugares o modas. Los cambios surgen de adentro hacia fuera. ¡Dios nos de gracia para ser sabios y valientes a la hora de realizarlos.