Tiempo de reflexionar acerca del servicio. Veamos el ejemplo de Jesús quien vino «para servir y no para ser servido» y nos dijo que «debíamos seguir su ejemplo» y que el que quiere ser el mayor debe servir a otros.
Recordemos que la amistad íntima con Dios y la relación con los demás nos lleva de manera inexorable al servicio.
Servir a Dios – y servir a otros – es la más práctica expresión del amor. Los motivos para servir son la humildad, la alegría, la integridad y la gratitud. El servicio no depende de las cosas importantes que podamos emprender. La verdadera grandeza es la del interior, la que tiene que ver con la actitud del corazón.
Observemos que la persona que sirve lo hace sin importar el reconocimiento que puede recibir. El servicio nos saca de lo «grande» y nos lleva a lo simple, a lo que es casi desapercibido. En este sentido el servicio es liberador porque nos dispone a atender las necesidades de los otros y por eso triunfa sobre el orgullo, la comodidad y la envidia.
Como una aplicación visual y aleccionadora propongo que haga lo que hice en la iglesia donde fui pastor.
La próxima vez que tome la cena, además de la copa y el pan, coloque una toalla para recordar al Siervo sufriente.
Todos necesitamos tomar más la toalla y poner tiempo, esfuerzo, recursos y disposición para servir siguiendo el modelo de Jesús.
No podemos obviar que el servicio es trabajo arduo. Pero es un cansancio liviano porque se lo realiza en sus fuerzas y con su paz.
La Biblia dice que El Señor nos concedió que «libres de temores le sirviéramos todos los días de nuestra vida».
¡Así sea en este 2010!
Daniel Bianchi
www.danielbianchi.com
En colaboracion con el Ministerio Crecer.