En la lección anterior hablamos de la importancia de soñar y tener visión. Pero la verdad es que el mundo siempre ha despreciado a los soñadores. Los hermanos de José se burlaban de él diciendo “Ahí viene el soñador. Vengan, matémoslo… y veremos que será de sus sueños. (Génesis 37.19)
La verdad es que la mayoría de los sueños de la noche suelen evaporarse a la mañana.
Los soñadores deben transformarse en pensadores, planificadores y realizadores, y esto implica trabajo duro y constante. Los hombres de visión deben convertirse en hombres de acción.
Thomas Carlyle (escritor escocés) definió la genialidad como “la capacidad de tomarse el trabajo” y Thomas Edison (inventor de dispositivos eléctricos) afirmó que la genialidad es “1 % de inspiración y 99 % de transpiración”. Todos los artistas y realizadores de grandes obras conocen esta verdad.
Detrás de una aparente fácil ejecución se encuentra la más esmerada y rigurosa auto-disciplina.
El famoso pianista Paderewski repetía una frase musical hasta 50 veces para perfeccionarla. Una vez la Reina Victoria lo felicitó diciéndole “Usted es un genio”, a lo que él respondió “Eso es posible, pero antes de la genialidad hubo trabajo arduo”.
La suma de visión y trabajo es el sello de los grandes líderes de la historia.
No fue suficiente que Moisés soñara, tuvo que organizar a la masa de israelitas y conducirlos a través de peligros y dificultades día a día. A Nehemías lo inspiró la visión de la ciudad de Dios reconstruida pero antes tuvo que reunir los materiales y la gente, organizarlos y animarlos a trabajar hasta terminar la tarea.
Winston Churchill soñó liberar al mundo del imperio nazi pero en su primer discurso advirtió a sus seguidores que el camino era “sangre, sudor, lágrimas y trabajo” y “largos meses de lucha y sufrimiento”.
La Biblia nos enfoca en el trabajo en varias oportunidades. En Eclesiastés 11.4 dice “El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará” mostrando la importancia de hacer foco en la tarea que nos toca cada día sin dejarnos influir por las circunstancias externas.
En 2da Timoteo 2.6 la Biblia dice que “el trabajador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”.
Esto nos lleva a pensar en como hemos definido nuestro trabajo diario en relación a los sueños que queremos alcanzar. En realidad no dependerá de los sueños sino de la planificación y disciplina que podamos aplicar al trabajo.
Por último Dios mismo y Jesús nos dejan su ejemplo en Juan 5.17. “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Si Jesús no pudo evitar el trabajo y se mantenía enfocado claramente en sus tareas diarias a fin de alcanzar el sueño propio y de su Padre de salvar a la humanidad es vital entender que el trabajo es el camino que Dios nos presenta para alcanzar nuestros sueños.
En una época donde la idea es conseguir todo fácilmente y con el menor esfuerzo entender esta verdad es clave si queremos ver nuestros sueños realizados.
Así es que el sueño y la realidad, la pasión y el sentido práctico, la visión y el trabajo diario deben ir de la mano. Sin sueños y visión el trabajo pierde su ardor y dirección; sin trabajo diario esforzado y planes prácticos al sueño se lo lleva el viento.
Unamos Visión y Trabajo y estaremos cerca de ver el sueño realizado.
Estudios Basados en el Libro “La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos” de John Stott
Tito Robert
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