El contraste que nos presenta el versículo 2 del primer capitulo de Génesis en pleno relato de la creación es entre el caos total de la tierra y el Espíritu de Dios que esta activo.
Del estado original de desorden a la presencia del poderoso Espíritu de Dios que ronda sobre la creación.
El estado original de las cosas era desorden, confusión y vacío. Exacta definición de todo aquello que carece de Dios. Si a todo eso le sumamos las tinieblas que no permiten ver podemos describir el presente de nuestra sociedad.
Pero aparece el motor que cambiara esa realidad de oscuridad en luz, de desorden a orden, de confusión a claridad y de vacío a propósito.
Ese motor es el Espíritu de Dios. El hace la diferencia. El Espíritu de Dios estaba activo en la creación, su poder continua actuando hasta el día de hoy, es quien sigue dándonos vida como lo expresa Job (Job 33.4) y quien nos renueva día a día como le expresa David (Salmos 104.5).
“Va y viene sobre las aguas”. El Espíritu Santo inicia su obra y cuando El se poner a Obrar ¿Quién lo podrá impedirá?, Job 26.13 nos describe su trabajo de creación que una vez iniciado no podrá ser detenido.
Su actividad inició el cambio de la realidad de aquellos días y es su actividad el motor que arranca para modificar la realidad de nuestros días. Empezando por nuestra vida personal de la cual quiere ocupar el trono. Clarificando las verdades (Juan 16.13) que El quiere que se instalen como principios en nuestra vida y capacitándonos con su poder (Hechos 1.8) para poder realizar su misión.
Ahí donde hay obra de Dios el Espíritu esta trabajando. Desestimar su acción es solo realizar trabajo humano. No compartir la tarea con El nos coloca en el área de la omnipotencia y nos llevara al no disfrute del día a día con El y finalmente al fracaso ya que el Espíritu es Dios y desestimar el Espíritu es desestimar a Dios.
Nuestra atención constante a su compañía nos hace caminar protegidos y sustentados por su presencia, la cual hará la diferencia en todas las cosas que hacemos.
Nuestra comunión con El (Filipenses 2.1) traerá como lo hizo en aquel inicio de la creación orden, claridad y propósito iniciando El mismo cada día una actividad incesante (“Va y viene sobre las aguas”) a fin de transformar nuestra realidad en su deseo.
Si permitimos que El sea el motor de nuestra vida, su actividad apasionada por aquellos que aun no lo conocen nos impregnara de tal manera que viviremos nuestros días expectantes de su obrar, soñando a cada momento ver sus demostraciones de poder, fundamentados en su palabra y alcanzando el propósito que El tiene cada día para nuestras vidas e iglesias. Que El sea tu motor.
Estudios Basados en el Libro “La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos” de John Stott
Tito Robert
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