Cuando apuntamos a lograr crecimiento en la iglesia es recomendable chequear los mandamientos más importantes que (según Jesús) son «Amar a Dios» y «Amar al prójimo». En nuestras iglesias ¿Cómo expresamos este amor hacia Dios y hacia los demás? Revisarlo es el camino para ver si estamos obedeciendo estos mandamientos.
Cuándo Jesús habla de amor, no se refiere solo a sentimientos o pensamientos sino a acciones que pongan de manifiesto ese amor.
Así como Él lo hizo con su ejemplo, Él dio su vida, la acción más difícil que pudo realizar para mostrarnos su amor.
En nuestras iglesias, sin embargo, vemos que nos cuesta identificar las acciones que realizamos en obediencia a estos mandamientos. Mucho de lo que hacemos queda en el plano del sentimiento y del pensamiento o reflexión sin pasar al plano de la acción.
Si solo permanecemos en el plano del sentimiento deseando hacer algo por los demás, sintiendo compasión por las necesidades, emocionándonos con una canción o palabra… sin pasar a la acción no sirve.
Si profundizamos en la palabra, la estudiamos, la meditamos, la valoramos… sin ponerla en acción no sirve.
Cuando Jesús nos juzgue verá «todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí lo hicieron» (Mateo 25:40). Él no va a evaluar lo que sentimos o lo que pensamos, sino lo que hicimos por Él.
Si tenemos mandatos claros para obedecer, la forma que Dios espera que le mostremos nuestro amor es justamente obedeciendo. Habrá desarrollo de células, crecimiento de la iglesia cuando pongamos en práctica, en acciones concretas lo que Jesús nos encargó realizar. ¿Estamos testificando? ¿Estamos haciendo discípulos? ¿Estamos bautizando? ¿Estamos llegando hasta lo último de la tierra?
Que podamos decir como Jesús: «yo siempre hago lo que a Él le agrada» (Juan 8:29), que como iglesias estemos haciendo lo que Él nos mandó hacer.