El crecimiento en las células esta siendo evaluado a esta altura del año. Vemos con mucha alegría que Dios ha bendecido la obediencia de orar, invitar, cuidar, discipular, bautizar… Células de jóvenes varones… creciendo, células de chicas jóvenes… creciendo, células de hombres adultos… creciendo, células mixtas… creciendo… ¿qué mas podemos pedir?
Podemos pedir mucho más porque la visión que Jesús tuvo de su iglesia, de su cuerpo, en Juan 14.12 fue “Les digo la verdad, el que en mi cree, las obras que yo hago, él las hará también, y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” Dios promete seguir obrando y permitirnos ser parte de cosas mayores por medio de la fe.
Nuestro sueño en este tiempo es ver a cada una de estas personas afirmadas en su fe, creciendo en la experiencia de vivir la Palabra de Dios y sirviendo, siendo herramientas útiles para seguir sembrando su mensaje.
Es hermoso escuchar sus testimonios semanales, lo que ven que Dios hace en sus vidas, compartir los cambios que viven en sí mismos, en sus familias, los logros que Dios les permite alcanzar, superándose como personas y creciendo en la fe.
Nos gozamos en comprobar un año más que el ministerio de células da mucho fruto, que las personas pueden sentir el amor de Dios a través de sus hijos en un grupo hogareño, que pueden abrirse en confianza y compartir sus problemas y sufrimientos, sus luchas y tristezas, y sentirse escuchadas, contenidas y alentadas a confiar a Dios sus vidas.
Eso sí, requiere trabajo y líderes de célula dispuestos a servir, capacitarse, discipular, visitar, formar aprendices y ser ejemplo en cada una de estas tareas para su grupo celular. El trabajo en equipo de líderes enriquece, fortalece, desafía y motiva, ya que cada uno al compartir como funciona su grupo aporta nuevas experiencias y situaciones que ha enfrentado y resuelto con la guía del Espíritu Santo.
Si una iglesia desea sinceramente crecer encuentra en las células cristianas una herramienta efectiva para cumplir el mandato de ir y anunciar el evangelio.