Mi hija de ocho años ya sabía, aunque las palabras no las entendía, que fidelidad significaba «terminar lo que empezaba».
Cuando le pedí que barriera el patio de nuestra casa no necesitó explicaciones para comprender que ser fiel a lo que se esperaba de ella implicaba lograr el resultado esperado: ver nuestro patio limpio.
¿Qué tiene que ver el patio de mi casa con la misión?
Bueno, simplemente quería mostrarles que en las cosas más simples todos nosotros aplicamos el concepto de que ser fiel implica lograr lo que se espera de nosotros.
Lo mismo ocurre cuando un jefe envía a su empleado a despachar una carta, o le solicitamos una torta a nuestra esposa o ella nos confía el llevar a los hijos al médico.
En todos estos casos cotidianos es natural suponer que la fidelidad a estas tareas consiste en «terminarlas» y «alcanzar el resultado esperado» por el otro.
Pero mire usted qué paradoja, milagro, nublamiento de mente o no sé qué fenómeno extrasensorial nos sucede en la cabeza o corazón cuando hablamos de realizar la Misión que Jesús nos mandó en Hechos 1.8.
Muy pocos relacionan su fidelidad a Dios con «realizar o concretar estos mandatos» en sus congregaciones.
Jesús y Pablo les llamaban a los resultados concretos «frutos» que quiere decir «resultado de» o «producto de», mostrando que toda acción que se realiza finaliza con un resultado concreto a la vista de todos.
Al resultado concreto Jesús lo llamó producción de fruto y Él y Dios lo esperan de aquellos que son elegidos su pueblo
«El reino de Dios será quitado de ustedes y será dado a gente que produzca los frutos de él» (Mateo21.43)
Mirando en primer lugar nuestras vidas, en segundo lugar, nuestra célula como grupo básico de comunidad cristiana y en tercer lugar nuestra iglesia como pueblo de Dios que unido se potencia para cumplir su misión, podemos advertir que los tres aspectos en que citamos nuestra fidelidad a Dios no siempre hemos incluido la productividad o sea el ver «resultados concretos», «hechos acordes», logros alcanzados».
Ideas perjudiciales en nuestra búsqueda de dar fruto para Dios y cumplir así nuestra misión:
1) Confundir Fidelidad con productividad.
2) Tener una idea equivocada de la Fidelidad.
3) Creer que Dios no espera nuestro fruto.
4) Suponer que Dios es más misericordioso que justo.
5) No animarnos a creer que Dios puede hacernos fructíferos.
Uno de los primeros pasos que debemos intentar dar en nuestra vida, nuestra célula y nuestra iglesia si queremos avanzar, es dejar de utilizar nuestra fidelidad a Dios como una careta para esconder nuestra falta de productividad.
No voy a llenar estos renglones con pasajes de Jesús sobre la importancia de dar fruto.
Prefiero contar como durante varios años me escondí en ser una persona fiel (antes tenía otro concepto de ser fiel) y viví muchos años participando de programas, reuniones y eventos que me distrajeron bastante tiempo.
Cuando debía pasar por los pasajes relacionados a nuestra producción de fruto personal, grupal y como iglesia quedaba sin respuestas.
Por ejemplo, cuando Jesús pregunta:
¿Para qué está consumiendo la tierra inútilmente?» Juan 13.7
Mi corazón comenzó a soñar con una vida diferente, fructífera en el aspecto personal, grupal y como líder de iglesia
Reflexioné mirándome a mí mismo en las palabras de Jesús cuando dice «Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero nunca encuentro nada. Córtala” Juan 13.7
No tengo dudas de que mientras fui un cristiano que no daba fruto no estaba alcanzando el propósito de Dios para mi vida, no era un ejemplo para mi célula y menos podía guiar a una iglesia a dar fruto y producir la cosecha que Dios espera de ella.
Si no estamos pensando en los frutos que Dios espera de nuestra vida o somos poco serios o demasiado vivos.
Cualquiera de las dos opciones nos deja lejos de alcanzar lo que Dios quiere hacer a través de nuestras vidas.
La Misión que Dios tiene para su iglesia es la misma que tenía para Israel, y el verso de Mateo 21.43 demuestra que ellos fallaron en el aspecto crucial de producir «fruto» o sea resultados concretos a la vista de todos.
¿Y nosotros?
La misión está compuesta por un resultado a alcanzar entre las personas que nos rodean
Más allá de la buena conducta que los cristianos puedan alcanzar, de los frutos de actitudes que puedan expresar, de los resultados en sus acciones personales que logren.
Dios espera de los cristianos el fruto definido de la reproducción de sus vidas en otros por medio del trabajo sabio, el ejemplo comprometido y la expresión del poder de Dios en sus vidas.
Jesucristo buscó concretamente este resultado al unirse a 12 personas y en Marcos 3.14 se ve que su propósito final era hacer de ellos «hombres en Misión» cuando indica el «para que» los reunió.
Pablo buscaba lo mismo cuando se acercaba a las iglesias.Su propósito no se contentaba con la comunión y la adoración, él buscaba producir nuevas personas, resultados visibles del producto de su vida (Romanos 1.13)
Para algunos fidelidad significa decir que uno intentó y se esforzó por hacer lo que tenía que hacer.
Para todos nosotros en nuestros actos cotidianos fidelidad significa terminar nuestra tarea, lograr lo buscado, no abandonar hasta alcanzar.
Cada misión bíblica encierra el concepto de fidelidad de trabajar hasta que vemos hecho lo que queríamos hacer, trabajar hasta que vemos realizado lo que Dios nos pidió.
Para Noé era terminar el arca, para Moisés era liberar al pueblo, para Josué derribar el muro, para Nehemías edificar la pared, para Jesús ir a la cruz por nosotros y para su iglesia «ser testigos en nuestro barrio, en los barrios cercanos y hasta lo último de la tierra».
NUNCA DEBEMOS ESTAR SATISFECHOS CON NUESTRA ACTIVIDAD COMO PERSONAS, CÉLULAS O IGLESIAS SI ÉSTA NO NOS LLEVA A OBEDECER LOS MANDAMIENTOS DE JESÚS
Nada va a calmar a la Iglesia verdadera hasta verse a sí misma realizando la Misión que Jesús nos mandó.
Nada aliviará a un líder cristiano hasta ver concretados en su iglesia los trabajos que Jesús nos encargó.
La iglesia puede recuperar el sentido de fidelidad en ver como Dios produce lo que espera de nosotros, pero debemos incorporar las actitudes que nos llevarán a alcanzar resultados.
Debemos como Pablo dice en 2da Tesalonicenses 3.13 «No cansarnos de hacer lo que debemos hacer».
O como el protagonista de la parábola de la oveja perdida que no dijo «Yo fui fiel, la busqué» sino que «la buscó, hasta encontrarla» (resultado).
O como pedro en Lucas 5 que no dijo «yo fui fiel, ya trabajé toda la noche» sino que dijo «en tu nombre iremos nuevamente» y logró los resultados que hasta ahí no había visto.
Todos nosotros hemos luchado por ver nuestras iglesias crecer.
Hace poco una persona que se estaba por dar por vencida viendo como uno de sus sueños más preciados se venía abajo preguntó: ¿a vos te parece que vale la pena luchar?
Alguien contestó: Siempre la pelea que vale la pena luchar es la que está delante nuestro.
Dios ha puesto delante nuestro el desafío de ser gente que produce fruto.
Él ha prometido «dar crecimiento» y nos impulsa con una misión clara (Marcos 16.15 y Mateo 28.18-20) y una estrategia simple (Hechos 1.8)
Todo aquel que quiera obedecer y creerle a Dios descubrirá su poder.
Nosotros lo estamos haciendo y Él está respondiendo.
¿Por qué no lo intenta?
Un abrazo en Cristo.
Tito Osvaldo Robert.
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