Cuando conocemos o nos enteramos del
crecimiento de la iglesia
de uno u otro lugar, más aún cuando este crecimiento es importante, constante, no dejamos de alegrarnos y de preguntarnos qué estarán haciendo, a qué se debe, de que forma trabajan…
Porque no son muchas las iglesias que tienen un crecimiento constante.
A veces el crecimiento es algo explosivo en un determinado momento o año pero luego se detiene, y hasta decae.
Algo que ayuda mucho a esclarecer este movimiento es detectar los obstáculos que impiden a una iglesia crecer e ir afrontándolos y resolviéndolos en la medida que aparecen.
Pero más importante es tener clara nuestra tarea, nuestro enfoque, la realidad de que Dios sigue buscando personas cada día y desea que nosotros (su cuerpo) seamos los instrumentos para que ellas lo conozcan.Esos instrumentos deben estar limpios, en las mejores condiciones, dispuestos a ser utilizados.
Dios desea el crecimiento de la iglesia
que seamos testigos en nuestro lugar, abriendo hogares en nuevos barrios y plantando iglesias en lugares donde no existen. Dios es quien da el crecimiento (1a. Corintios 3: 6), nosotros solo tenemos que realizar las tareas que nos encargó: plantar la semilla, regar, hasta llegar a ver el crecimiento.
Una de las características de las iglesias que crecen es que son constantes, perseveran en realizar las acciones o cumplir los mandatos que dieron origen a la iglesia, ser testigos, predicar, hacer discípulos, bautizar, todo en el nombre de Jesús.
Muchas son tareas a veces silenciosas hasta pueden pasar desapercibidas, no nos ven realizarlas, porque lo hacemos personalmente o de a dos, durante nuestra semana, pero
en el tiempo vemos como fruto el crecimiento de la iglesia
Dios nos bendiga y podamos ver que Él se glorifica permitiendo que nuestra iglesia crece al realizar la tarea que nos encomendó.
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