Obvio… ¿O no? Es fundamental revisar la respuesta a esta pregunta ya que si no somos iglesias misioneras, no estamos cumpliendo la función que Dios espera de nosotros, no le estamos obedeciendo ni agradando con lo que hacemos.
La mejor forma de chequearlo es ir a la Palabra de Dios y cotejar lo que hacemos con lo que Él nos mandó (Hechos 1:8).
Muchas veces creemos sinceramente estar obedeciendo y agradando a Dios en nuestras iglesias, creemos estar cumpliendo con la misión que nos encomendó, pero sin querer quizás nos hemos ido deslizando de realizar esta misión.
La misión que se nos encargó es una misión mundial o global. Jesús fue claro y directo en su mandato: El desarrollo de la misión que nos dejó implica ser testigos simultáneamente en Jerusalén (nuestro barrio o ciudad), Judea (barrios más alejados), Samaria (lugares por los que no deseamos pasar: hospital, cárcel, etc.) y hasta lo último de la tierra (países y pueblos no alcanzados lejos de nuestra ciudad).
Pensando en nuestra iglesia: ¿se está realizando este trabajo misionero? ¿estamos canalizando los recursos (tiempo, dones, capacidades) para realizar esta misión?
Si no es así algo FUNDAMENTAL esta fallando, es tiempo de volver y emprender el camino de concretar nuestra misión, porque para eso somos Iglesia.